23 DE ABRIL DE 2014
Queremos compartir con vosotros, este interesante artículo publicado el pasado domingo en el diario El País.
Bernd Ruf (Karlsruhe, 1954), veterano profesor
de la escuela Waldorf, ha desarrollado un método para ayudar a los niños a
superar procesos traumáticos derivados de conflictos bélicos o desastres
naturales. Su primera experiencia con la guerra la vivió en 2006, en el Líbano.
Allí llegó acompañando un grupo de 20 estudiantes de este país, que
participaban en un encuentro mundial de Waldorf en Stuttgart ese verano,
coincidiendo con la celebración del Mundial de Fútbol de Alemania. El conflicto
estalló y los jóvenes no podían volver a casa. Ruf organizó una expedición por
carretera hasta el Líbano. “Viví por primera vez la guerra. Vi la destrucción
de carreteras, puentes…”, recuerda. Al llegar, se dirigieron a la escuela
Waldorf de los chicos. “Se había convertido en un campo de refugiados. Había
muchos niños en estado de shock”, cuenta.
El profesor regresó al
castigado país al cabo de pocas semanas, esta vez acompañado de un grupo de
terapeutas y pedagogos. “El trauma es una herida anímica. Cuanto antes se
trate, más posibilidades hay de superarlo”. Y así puso en marcha la que
bautizaría como “pedagogía de emergencia”. Mientras da sorbos a su café con
leche abunda en que las víctimas de experiencias traumáticas pueden pasar por
varias fases: el shock inicial (que puede causar problemas de atención y
memoria, depresión, etcétera) puede derivar en desórdenes postraumáticos y,
finalmente, en un cambio de personalidad. “La persona se despedaza y acaba
sucumbiendo a las drogas o siendo un criminal. La víctima inicial entonces se
convierte en agresor”. Para evitar llegar a este punto, se hace trabajar a los
chavales con dibujos, ejercicio físico o actividades circenses para fomentar su
creatividad y autoestima.
El enquistamiento de la
crisis también está abocando a muchos niños a vivencias extremas. “La pobreza
puede causar un trauma a un niño porque ve cómo se le derrumba todo lo que
tiene a su alrededor”, dice. Los entornos desfavorecidos son, de hecho, la
especialidad de este pedagogo. Desde hace 15 años trabaja en una escuela
especializada en alumnos discapacitados y con problemas de integración y
aprendizaje. Fue cuando tenía 16 años, recuerda —entonces hacía de monitor a
niños de barrios empobrecidos de su ciudad— cuando decidió que se dedicaría a
los más desfavorecidos.
Toda su vida ha estado
vinculada a la pedagogía Waldorf, fundada hace un siglo por el filósofo Rudolf
Steiner. En sus escuelas creció como alumno y como profesor. “Fue una época
fantástica. ¡Amaba a los profesores!”, exclama. Al pedirle que defina este
método, no duda. “El niño es el centro de la clase. Otros métodos quieren meter
cosas al niño y llevarlo hacia el camino marcado por la economía, pero en el
Waldorf queremos sacar y desarrollar las capacidades que lleva dentro”, dice.
Aunque es un gran
defensor del método, Ruf cree que ninguna pedagogía es buena o mala por sí
misma. “El que hace que el sistema funcione es el profesor. Es quien logra
reconocer la maravilla que lleva el niño y sacarla”. El pedagogo tiene prisa,
se le acaba el tiempo que tenía antes de impartir una conferencia, pero no se
marcha sin hacer una férrea defensa de la figura del docente: “No se valora
suficiente la importancia de los profesores para el futuro de la sociedad. Y la
forma de educar a los niños hoy marcará cómo será la sociedad de aquí a 20 o 30
años”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario