Más tiempo y espacio para el juego libre
La siguiente ponencia fue presentada ante
la European Early Childhood Education Research Association en Estrasburgo,
Francia, el 29 de agosto de 2009 por Philipp Reubke, maestro de jardín de
infancia Rudolf Steiner en Colmar.
Cada niño es un ser único e individual:
tiene necesidades, virtudes, dificultades y deseos propios. ¿Qué se puede hacer
para que cada niño pueda crecer y aprender a su propio ritmo? ¿Cómo hacer para
estimularlos en su desarrollo y, al mismo tiempo, que cada uno de ellos se
sienta respetado, apreciado y aceptado como individuo diferente?
Existe un forma simple, aunque no siempre
sencilla de llevar a cabo, es eficaz pero tiene sus riesgos, los niños se
entusiasman y a veces lleva a los adultos a inquietarse: el juego
libre.
El juego en sí es un tema actual, incluso
en los programas de educación preescolar de Francia, que en Europa son famosos
por su tendencia hacia lo «académico», en contraste con los países
escandinavos, que hacen mayor hincapié en el juego:
Como consideración principal, los
programas de educación (de Francia)hacen mayor hincapié en el juego, en la acción, mediante la búsqueda deautonomía y mediante las experiencias sensoriales. (Program,
p. 20)
No siempre queda claro a qué nos referimos
cuando hablamos de juego, si es a los juegos de mesa, a los videojuegos, a los
juegos educativos, o al entretenimiento. Estas son a mi entender las
características del juego libre en base a mi experiencia con niños de tres a
seis años en un jardín de infantes que aplica la pedagogía Steiner/Waldorf.
Desde un principio, el juego libre
requiere de:
· El juego libre no debe ser planeado en
detalle; es como si se quisiera planear con anticipación una creación artística
o una improvisación. Puedo poner al alcance del niño ciertos materiales, pero
qué hará el niño con esos materiales se encuentra fuera de mi alcance. La
transparencia, la confianza y la empatía resultan indispensables en este tipo
de juego.
· Tal vez comenzar lleve un poco más de
tiempo; además, puede haber momentos de vacilación, de aburrimiento, de
agresión o de alboroto, que son consecuencia de eventos que tuvieron lugar en
el espacio libre previamente. Algunos niños pueden interpretar esto como
«vacío». La creación de una atmósfera propicia para el juego libre lleva
tiempo. Para que los niños puedan disfrutar al máximo del juego libre, deben
disponer de, al menos, una hora o, mejor aún, una hora y media para que puedan
involucrarse completamente en la actividad.
· Lo ideal es que haya suficiente espacio
para realizar movimientos corporales cómodamente (saltar, trepar, balancearse,
tirar y atrapar, entre otros) y para juegos simbólicos, que por lo general se
desarrollan con mayor tranquilidad. Es necesario que el maestro esté al tanto
de esto y que permita que haya espacios divididos y protegidos. El niño tiene
que ser capaz de reorganizar el área durante el tiempo de juego: debe sentirse
libre para crear su propio espacio con mesas, sillas, tablones, biombos y
telas, que se convertirán en estructuras amplias a gran escala, tales como
cabañas o vehículos. De esta forma, el juego se convierte en una actividad en
la que interviene todo el cuerpo, no solo la punta de los dedos para mover
pequeñas piezas sobre una mesa.
· Variedad de objetos. El niño necesita tener a su alcance distintos tipos de materiales:
objetos pesados de mayor tamaño que el habitual, y objetos pequeños, tales como
estatuillas, juegos de té, conchas marinas y disfraces, todos ellos se pueden
utilizar para crear accesorios. Además, se puede moldear arcilla, o utilizar
cuerdas, hilos, lana y retazos de tela. Este tipo de juguetes se asemejan más a
la realidad, no son meras copias representativas. El objeto no se impone porque
llama la atención del niño, sino que lo invita a dar rienda suelta a su
imaginación.
En el juego libre, todo gira en torno a la
actividad que el niño desarrolla. Es el niño quien crea su propio espacio de
juego, y es quien elige el tipo de juego a desarrollar, ya sea un juego que se
basa en el movimiento, o un juego más simbólico en una esquina protegida del
jardín de infantes. Cada objeto lleva consigo una cuota de libertad que resulta
necesaria para que cada niño pueda reflejar su estado de ánimo y su cultura en
el objeto (la muñeca de trapo puede reír o llorar de acuerdo con el estado de
ánimo de su «mamá»; puede ser una pequeña niña Africana o una supermujer). Cada
niño juega de acuerdo con sus habilidades, su estado de ánimo y su estado
físico; cada uno encuentra su propia forma de expresarse. Esto genera una gran
diversidad, ya que el tiempo y el espacio son libres y movibles
respectivamente.
Una sesión de juegos que cumple con las
características mencionadas anteriormente fomenta la interacción entre niños
con distintos orígenes sociales, y permite el desarrollo de algunas habilidades
que son fundamentales para los programas de educación preescolar (de Francia),
a saber:
· Lenguaje: En un grupo reducido, la interacción verbal espontánea e intensa siempre
está presente. Un niño que no habla el idioma local puede aprenderlo rápidamente
mediante ejemplos concretos, y en poco tiempo es capaz de expresarse a su
propio nivel; puede aprender a hablar más rápidamente mediante situaciones de
la vida real o situaciones que, a través del juego, se asemejen a ella, que
mediante ejercicios orales artificiales.
· Competencias sociales: El juego libre brinda un alto nivel de experimentación para un extenso
rango de cualidades sociales tales como compartir, colaborar, tacto, vida
sinérgica o incomodidad en situaciones sociales, percepción y respeto por la
diversidad cultural.
· Desarrollo emocional: Durante el juego, un niño vive emociones intensas que tal vez
necesite exteriorizar para poder evolucionar. Una amplia variedad de emociones,
tales como coraje, espontaneidad, alegría, decepción y aburrimiento pueden ser
expresadas a través del juego. El juego libre permite a los niños aunar la
brecha entre la inteligencia y la madurez emocional si fuera necesario. Al ser
un momento libre de reglas o directivas por parte de los adultos, el niño tiene
a su alcance un espacio lleno de posibilidades para «considerar la nada» (Annie
Eschapasse), o «un espacio lleno de potencial», «un terreno intermedio»
(Winnicott). «Esto puede ser considerado como un espacio sagrado para
el individuo si uno adquiere en este espacio la experiencia de la creatividad
presente en la vida» (Winnicott, 143).
Un niño puede crear un espacio que
satisfaga sus necesidades emocionales. He visto a un niño sumamente brillante
crear un espacio totalmente oscuro, a un niño con falta de cariño crear un
«nido» personal y a un niño torpe crear un obstáculo lo suficientemente alto
como para atreverse a saltar sobre él.
· Desarrollo cognitivo: Al jugar con objetos naturales o juguetes indefinidos, un niño puede
considerar las cualidades elementales de este mientras le da rienda suelta a su
imaginación; por ejemplo, un puñado de palitos pueden convertirse en spaghetti,
y un palo más largo puede hacer las veces de una guitarra. Según Christian
Rittelmeyer:
« […] esta interpretación versátil del ambiente real constituye una de
lascompetencias fundamentales de la sociedad moderna […]
(esto es) lacapacidad de crear distintas interpretaciones posibles de
un fenómenoreal». (Rittelmeyer, 136f).
Antes de familiarizarse con símbolos
arbitrarios como aquellos que se usan en la escritura, el niño utiliza un tipo
de simbolismo libre inspirado en la forma del objeto; esta inspiración surge de
aquello que el niño saca a la luz desde su interior.
Otros estudios sugieren que una reducción
cuantitativa de los estímulos sensoriales facilita la capacidad de expresar las
emociones. «La desaparición de una entrada auditiva normal puede promover la
aparición de una hipersensibilidad de la corteza auditiva que puede aumentar la
fuerza de la imaginación musical mucho más» (Oliver Sacks, 52).
Por lo tanto, podemos decir que el juego
libre estimula la capacidad de expresar las emociones, que es fundamental para
el aprendizaje futuro, sin necesidad de recurrir a juguetes fabulosos.. [1]
· Desarrollo personal: Obedecer reglas o seguir instrucciones afecta el poder de iniciativa del
niño durante el juego libre. El desarrollo del niño progresa en una atmósfera
que le invita a ser no un mero espectador, sino un director o un En palabras de
Françoise Dolto, «El enemigo de nuestra cultura es la pasividad». (Dolto, 56).
El juego libre promueve la toma de iniciativa, que es indispensable para la
vida cultural y económica.
Muchos investigadores del ámbito educativo
han remarcado la importancia del juego libre en el desarrollo personal de los
niños. Por ejemplo, de acuerdo con Jean Piaget, las necesidades
emocionales e intelectuales del niño no quedan satisfechas si tiene que
adaptarse a su entorno constantemente. «Por lo tanto, es indispensable para el
balance emocional e intelectual de un niño que tenga a su disposición un área
de actividad en la que su propósito no sea la adaptación a la realidad sino la
asimilación de lo real hacia el « ser », sin restricciones o
sanciones : esto es el juego». (Piaget, 44).
Rudolf Steiner concuerda con este razonamiento cuando manifiesta que es indispensable que
el niño actúe a partir de sus propios impulsos. Si se obliga al niño a realizar
alguna actividad, se introduce «una meta que no forma parte de su mundo
propio», y su naturaleza verdadera no se ve respetada. En cambio, si durante el
juego el niño imita a un adulto que realiza un tipo de actividad similar, el
niño puede experimentar crecimiento. De acuerdo con Steiner, «el niño puede
desarrollar su actividad de acuerdo con su propia naturaleza, su propia
« vida de un hombre ». Esta forma de juego dirige desde el interior
hacia el exterior, el trabajo desde el exterior hacia el interior». (Steiner,
95).
Daniel Marcelli asegura que un niño «puede aprender sin jugar», pero aclara que «dicho
aprendizaje se asemeja a la sumisión y al adoctrinamiento» (Marcelli, 28). En
su libro Jeu et éducation (Juego y Educación), Giles Brougère
se opone a la idea de que el juego libre carece de valor educativo. Luego de
haber analizado en detalle la corriente pedagógica que sostiene la idea del
autodesarrollo del niño a través del juego (Schiller, Fröbel, Winnicott),
concluye: «el juego, cuya espontaneidad ha sido expuesta por el romanticismo,
es construido y reconstruido socialmente en un marco de domesticación y control
de las actividades infantiles». (Brougère, 34).
A pesar de entender el punto de vista de
Brougère, creo que las objeciones que formula surgen de un entendimiento
parcial de la naturaleza del juego libre. Tratar de controlar y planear las actividades
que realizan los niños imposibilita el juego , ya que pierde muchas de las
características mencionadas previamente. «Aquello que no puede ser planeado, es
característico de este tipo de proceso educacional». (Rittelmeyer, 137). Sin
embargo, considero que la presencia de un adulto y la
creación de límitesbien definidos y saludables son
indispensables para este tipo de juego.
Una ilustración de lo expuesto
anteriormente, utilizada para darle un marco al juego libre, incluye lo
siguiente:
· Tiempo: de acuerdo con mis observaciones, el juego libre pierde su sentido pasada
la hora y media.
· Espacio: la existencia de pequeños rincones y un espacio más extenso resulta
necesario.
· La conexión entre el adulto y el
niño: esto no implica que haya una
interferencia o involucramiento directo en una actividad determinada, pero sí
que exista una presencia tácita que observe, que esté presente
cuando se la necesite o cuando surja un conflicto.
«Cuando (un niño) se siente solo, no puede
jugar. Sin embargo, se debe respetar un balance: presencia no es sinónimo de
interferencia». (Julien Cohen-Solal, 42)
«Es una actitud no intervencionista, ya
que se buscan las iniciativas de los niños, pero no es una actitud de retirada.
Puede definirse como una presencia comunicativa que sienta sus bases en la
observación a largo plazo, […] una consideración cálida y positiva […]».
(Sylvie Rayna, 45)
Si se tuviera que intervenir en una
situación conflictiva, el adulto tratará de adoptar el lenguaje del juego, si
esto fuera posible. A modo de ejemplo: «La torre de control ordena a todos los
pilotos a verificar la potencia de sus motores».
· Actividad adulta: Un adulto pasivo que solo se limita a observar obstruye el juego libre. Es
necesario que participe de actividades concretas y simples y que al mismo
tiempo pueda estar disponible para los niños. Esta es una forma no verbal
grandiosa para que el adulto le pueda dar un marco al juego libre. (Se pueden
adoptar casi todas las actividades domésticas: ordenar, lavar platos, hacer
pasteles, coser, bordar, escofinar y rellenar, y, por qué no, serrar y
martillar; también se pueden adoptar actividades al aire libre, tales como
cavar y sembrar, entre otras.
· Marco cultural: Para que un niño juegue libremente sin que sienta exaltación o ganas
de destruir, necesita experimentar una calidad de vida saludable. Cualquier
tipo de trabajo físico concreto y constructivo es estimulante, como es el caso
de los cuentos, la poesía y las canciones. Mediante las elecciones, la calidad
y la forma de presentar el enriquecimiento pedagógico que se le ofrece a los
niños, el educador tendrá una influencia positiva en las sesiones de juego futuras.
(De la misma manera, un contenido excesivo de superhéroes consumidos
pasivamente impedirá que esto suceda, y el juego libre se tornará imposible).
Considero que si un adulto puede
supervisar eficazmente el juego libre, este puede implementarse en todas las
estructuras de cuidado de los niños, incluso en centros de educación temprana
estatales. Por supuesto que existirán riesgos, ya que por definición no podemos
controlar todo. Los inspectores de enseñanza manifiestan que «Cada vez más, la
organización de las clases están orientadas hacia la pizarra, así como también
hacia los pupitres. El tiempo de juego, que es tan importante para los niños,
tiende a reducirse. La desaparición del tiempo de juego es, por lo tanto,
altamente preocupante» (Program, 65). Los jardines de infantes Steiner-Waldorf
han tomado esta premisa con seriedad durante los últimos 90 años.
No estemos tan serios todo el tiempo.
Apartemos los pupitres de la pizarra de vez en cuando, para que los niños
puedan construir cabañas y clubes. Hagamos de la educación no solo una
adaptación a lo que ya existe, sino también una transformación de lo que ya es,
de acuerdo con lo que el alma de cada uno experimenta. El alma de otra persona,
que es considerada diferente y extraña, puede ser un cofre de un tesoro que
contiene la llave para un futuro mejor.
Por Philipp Reubke, miembro del Consejo y
de la Junta de Síndicos, Asociación Internacional de Educación Waldorf/Steiner
en la infancia (IASWECE) ph.reubke@free.fr.
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