miércoles, 3 de junio de 2015

Más tiempo y espacio para el juego libre
La siguiente ponencia fue presentada ante la European Early Childhood Education Research Association en Estrasburgo, Francia, el 29 de agosto de 2009 por Philipp Reubke, maestro de jardín de infancia Rudolf Steiner en Colmar.
Cada niño es un ser único e individual: tiene necesidades, virtudes, dificultades y deseos propios. ¿Qué se puede hacer para que cada niño pueda crecer y aprender a su propio ritmo? ¿Cómo hacer para estimularlos en su desarrollo y, al mismo tiempo, que cada uno de ellos se sienta respetado, apreciado y aceptado como individuo diferente?
Existe un forma simple, aunque no siempre sencilla de llevar a cabo, es eficaz pero tiene sus riesgos, los niños se entusiasman y a veces lleva a los adultos a inquietarse: el juego libre.
El juego en sí es un tema actual, incluso en los programas de educación preescolar de Francia, que en Europa son famosos por su tendencia hacia lo «académico», en contraste con los países escandinavos, que hacen mayor hincapié en el juego:
Como consideración principal, los programas de educación (de Francia)hacen mayor hincapié en el juego, en la acción, mediante la búsqueda deautonomía y mediante las experiencias sensoriales. (Program, p. 20)
No siempre queda claro a qué nos referimos cuando hablamos de juego, si es a los juegos de mesa, a los videojuegos, a los juegos educativos, o al entretenimiento. Estas son a mi entender las características del juego libre en base a mi experiencia con niños de tres a seis años en un jardín de infantes que aplica la pedagogía Steiner/Waldorf.
Desde un principio, el juego libre requiere de:
·   El juego libre no debe ser planeado en detalle; es como si se quisiera planear con anticipación una creación artística o una improvisación. Puedo poner al alcance del niño ciertos materiales, pero qué hará el niño con esos materiales se encuentra fuera de mi alcance. La transparencia, la confianza y la empatía resultan indispensables en este tipo de juego.

·    Tal vez comenzar lleve un poco más de tiempo; además, puede haber momentos de vacilación, de aburrimiento, de agresión o de alboroto, que son consecuencia de eventos que tuvieron lugar en el espacio libre previamente. Algunos niños pueden interpretar esto como «vacío». La creación de una atmósfera propicia para el juego libre lleva tiempo. Para que los niños puedan disfrutar al máximo del juego libre, deben disponer de, al menos, una hora o, mejor aún, una hora y media para que puedan involucrarse completamente en la actividad.

·  Lo ideal es que haya suficiente espacio para realizar movimientos corporales cómodamente (saltar, trepar, balancearse, tirar y atrapar, entre otros) y para juegos simbólicos, que por lo general se desarrollan con mayor tranquilidad. Es necesario que el maestro esté al tanto de esto y que permita que haya espacios divididos y protegidos. El niño tiene que ser capaz de reorganizar el área durante el tiempo de juego: debe sentirse libre para crear su propio espacio con mesas, sillas, tablones, biombos y telas, que se convertirán en estructuras amplias a gran escala, tales como cabañas o vehículos. De esta forma, el juego se convierte en una actividad en la que interviene todo el cuerpo, no solo la punta de los dedos para mover pequeñas piezas sobre una mesa.

·   Variedad de objetos. El niño necesita tener a su alcance distintos tipos de materiales: objetos pesados de mayor tamaño que el habitual, y objetos pequeños, tales como estatuillas, juegos de té, conchas marinas y disfraces, todos ellos se pueden utilizar para crear accesorios. Además, se puede moldear arcilla, o utilizar cuerdas, hilos, lana y retazos de tela. Este tipo de juguetes se asemejan más a la realidad, no son meras copias representativas. El objeto no se impone porque llama la atención del niño, sino que lo invita a dar rienda suelta a su imaginación.

En el juego libre, todo gira en torno a la actividad que el niño desarrolla. Es el niño quien crea su propio espacio de juego, y es quien elige el tipo de juego a desarrollar, ya sea un juego que se basa en el movimiento, o un juego más simbólico en una esquina protegida del jardín de infantes. Cada objeto lleva consigo una cuota de libertad que resulta necesaria para que cada niño pueda reflejar su estado de ánimo y su cultura en el objeto (la muñeca de trapo puede reír o llorar de acuerdo con el estado de ánimo de su «mamá»; puede ser una pequeña niña Africana o una supermujer). Cada niño juega de acuerdo con sus habilidades, su estado de ánimo y su estado físico; cada uno encuentra su propia forma de expresarse. Esto genera una gran diversidad, ya que el tiempo y el espacio son libres y movibles respectivamente.
Una sesión de juegos que cumple con las características mencionadas anteriormente fomenta la interacción entre niños con distintos orígenes sociales, y permite el desarrollo de algunas habilidades que son fundamentales para los programas de educación preescolar (de Francia), a saber:
·    Lenguaje: En un grupo reducido, la interacción verbal espontánea e intensa siempre está presente. Un niño que no habla el idioma local puede aprenderlo rápidamente mediante ejemplos concretos, y en poco tiempo es capaz de expresarse a su propio nivel; puede aprender a hablar más rápidamente mediante situaciones de la vida real o situaciones que, a través del juego, se asemejen a ella, que mediante ejercicios orales artificiales.

·    Competencias sociales: El juego libre brinda un alto nivel de experimentación para un extenso rango de cualidades sociales tales como compartir, colaborar, tacto, vida sinérgica o incomodidad en situaciones sociales, percepción y respeto por la diversidad cultural.

·    Desarrollo emocional: Durante el juego, un niño vive emociones intensas que tal vez necesite exteriorizar para poder evolucionar. Una amplia variedad de emociones, tales como coraje, espontaneidad, alegría, decepción y aburrimiento pueden ser expresadas a través del juego. El juego libre permite a los niños aunar la brecha entre la inteligencia y la madurez emocional si fuera necesario. Al ser un momento libre de reglas o directivas por parte de los adultos, el niño tiene a su alcance un espacio lleno de posibilidades para «considerar la nada» (Annie Eschapasse), o «un espacio lleno de potencial», «un terreno intermedio» (Winnicott). «Esto puede ser considerado como un espacio sagrado para el individuo si uno adquiere en este espacio la experiencia de la creatividad presente en la vida» (Winnicott, 143).

Un niño puede crear un espacio que satisfaga sus necesidades emocionales. He visto a un niño sumamente brillante crear un espacio totalmente oscuro, a un niño con falta de cariño crear un «nido» personal y a un niño torpe crear un obstáculo lo suficientemente alto como para atreverse a saltar sobre él.
·   Desarrollo cognitivo: Al jugar con objetos naturales o juguetes indefinidos, un niño puede considerar las cualidades elementales de este mientras le da rienda suelta a su imaginación; por ejemplo, un puñado de palitos pueden convertirse en spaghetti, y un palo más largo puede hacer las veces de una guitarra. Según Christian Rittelmeyer:

« […] esta interpretación versátil del ambiente real constituye una de lascompetencias fundamentales de la sociedad moderna […] (esto es) lacapacidad de crear distintas interpretaciones posibles de un fenómenoreal». (Rittelmeyer, 136f).
Antes de familiarizarse con símbolos arbitrarios como aquellos que se usan en la escritura, el niño utiliza un tipo de simbolismo libre inspirado en la forma del objeto; esta inspiración surge de aquello que el niño saca a la luz desde su interior.
Otros estudios sugieren que una reducción cuantitativa de los estímulos sensoriales facilita la capacidad de expresar las emociones. «La desaparición de una entrada auditiva normal puede promover la aparición de una hipersensibilidad de la corteza auditiva que puede aumentar la fuerza de la imaginación musical mucho más» (Oliver Sacks, 52).
Por lo tanto, podemos decir que el juego libre estimula la capacidad de expresar las emociones, que es fundamental para el aprendizaje futuro, sin necesidad de recurrir a juguetes fabulosos.. [1]
·  Desarrollo personal: Obedecer reglas o seguir instrucciones afecta el poder de iniciativa del niño durante el juego libre. El desarrollo del niño progresa en una atmósfera que le invita a ser no un mero espectador, sino un director o un En palabras de Françoise Dolto, «El enemigo de nuestra cultura es la pasividad». (Dolto, 56). El juego libre promueve la toma de iniciativa, que es indispensable para la vida cultural y económica.

Muchos investigadores del ámbito educativo han remarcado la importancia del juego libre en el desarrollo personal de los niños. Por ejemplo, de acuerdo con Jean Piaget, las necesidades emocionales e intelectuales del niño no quedan satisfechas si tiene que adaptarse a su entorno constantemente. «Por lo tanto, es indispensable para el balance emocional e intelectual de un niño que tenga a su disposición un área de actividad en la que su propósito no sea la adaptación a la realidad sino la asimilación de lo real hacia el « ser », sin restricciones o sanciones : esto es el juego». (Piaget, 44).
Rudolf Steiner concuerda con este razonamiento cuando manifiesta que es indispensable que el niño actúe a partir de sus propios impulsos. Si se obliga al niño a realizar alguna actividad, se introduce «una meta que no forma parte de su mundo propio», y su naturaleza verdadera no se ve respetada. En cambio, si durante el juego el niño imita a un adulto que realiza un tipo de actividad similar, el niño puede experimentar crecimiento. De acuerdo con Steiner, «el niño puede desarrollar su actividad de acuerdo con su propia naturaleza, su propia « vida de un hombre ». Esta forma de juego dirige desde el interior hacia el exterior, el trabajo desde el exterior hacia el interior». (Steiner, 95).
Daniel Marcelli asegura que un niño «puede aprender sin jugar», pero aclara que «dicho aprendizaje se asemeja a la sumisión y al adoctrinamiento» (Marcelli, 28). En su libro Jeu et éducation (Juego y Educación), Giles Brougère se opone a la idea de que el juego libre carece de valor educativo. Luego de haber analizado en detalle la corriente pedagógica que sostiene la idea del autodesarrollo del niño a través del juego (Schiller, Fröbel, Winnicott), concluye: «el juego, cuya espontaneidad ha sido expuesta por el romanticismo, es construido y reconstruido socialmente en un marco de domesticación y control de las actividades infantiles». (Brougère, 34).
A pesar de entender el punto de vista de Brougère, creo que las objeciones que formula surgen de un entendimiento parcial de la naturaleza del juego libre. Tratar de controlar y planear las actividades que realizan los niños imposibilita el juego , ya que pierde muchas de las características mencionadas previamente. «Aquello que no puede ser planeado, es característico de este tipo de proceso educacional». (Rittelmeyer, 137). Sin embargo, considero que la presencia de un adulto y la creación de límitesbien definidos y saludables son indispensables para este tipo de juego.
Una ilustración de lo expuesto anteriormente, utilizada para darle un marco al juego libre, incluye lo siguiente:
·    Tiempo: de acuerdo con mis observaciones, el juego libre pierde su sentido pasada la hora y media.
·  Espacio: la existencia de pequeños rincones y un espacio más extenso resulta necesario.
·   La conexión entre el adulto y el niño: esto no implica que haya una interferencia o involucramiento directo en una actividad determinada, pero sí que exista una presencia tácita que observe, que esté presente cuando se la necesite o cuando surja un conflicto.

«Cuando (un niño) se siente solo, no puede jugar. Sin embargo, se debe respetar un balance: presencia no es sinónimo de interferencia». (Julien Cohen-Solal, 42)
«Es una actitud no intervencionista, ya que se buscan las iniciativas de los niños, pero no es una actitud de retirada. Puede definirse como una presencia comunicativa que sienta sus bases en la observación a largo plazo, […] una consideración cálida y positiva […]». (Sylvie Rayna, 45)
Si se tuviera que intervenir en una situación conflictiva, el adulto tratará de adoptar el lenguaje del juego, si esto fuera posible. A modo de ejemplo: «La torre de control ordena a todos los pilotos a verificar la potencia de sus motores».
·    Actividad adulta: Un adulto pasivo que solo se limita a observar obstruye el juego libre. Es necesario que participe de actividades concretas y simples y que al mismo tiempo pueda estar disponible para los niños. Esta es una forma no verbal grandiosa para que el adulto le pueda dar un marco al juego libre. (Se pueden adoptar casi todas las actividades domésticas: ordenar, lavar platos, hacer pasteles, coser, bordar, escofinar y rellenar, y, por qué no, serrar y martillar; también se pueden adoptar actividades al aire libre, tales como cavar y sembrar, entre otras.

·    Marco cultural: Para que un niño juegue libremente sin que sienta exaltación o ganas de destruir, necesita experimentar una calidad de vida saludable. Cualquier tipo de trabajo físico concreto y constructivo es estimulante, como es el caso de los cuentos, la poesía y las canciones. Mediante las elecciones, la calidad y la forma de presentar el enriquecimiento pedagógico que se le ofrece a los niños, el educador tendrá una influencia positiva en las sesiones de juego futuras. (De la misma manera, un contenido excesivo de superhéroes consumidos pasivamente impedirá que esto suceda, y el juego libre se tornará imposible).

Considero que si un adulto puede supervisar eficazmente el juego libre, este puede implementarse en todas las estructuras de cuidado de los niños, incluso en centros de educación temprana estatales. Por supuesto que existirán riesgos, ya que por definición no podemos controlar todo. Los inspectores de enseñanza manifiestan que «Cada vez más, la organización de las clases están orientadas hacia la pizarra, así como también hacia los pupitres. El tiempo de juego, que es tan importante para los niños, tiende a reducirse. La desaparición del tiempo de juego es, por lo tanto, altamente preocupante» (Program, 65). Los jardines de infantes Steiner-Waldorf han tomado esta premisa con seriedad durante los últimos 90 años.
No estemos tan serios todo el tiempo. Apartemos los pupitres de la pizarra de vez en cuando, para que los niños puedan construir cabañas y clubes. Hagamos de la educación no solo una adaptación a lo que ya existe, sino también una transformación de lo que ya es, de acuerdo con lo que el alma de cada uno experimenta. El alma de otra persona, que es considerada diferente y extraña, puede ser un cofre de un tesoro que contiene la llave para un futuro mejor.

Por Philipp Reubke, miembro del Consejo y de la Junta de Síndicos, Asociación Internacional de Educación Waldorf/Steiner en la infancia (IASWECE) ph.reubke@free.fr.

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